sábado, 1 de junio de 2013

Psicologismo en Dostoievski y en Patricia Highsmith

Como sabéis, Patricia Highsmith fue lectora voraz desde muy joven de autores como el psicólogo Karl Menninger (La mente humana) y de narradores "inquietantes" como Poe, Dostoievski, Kafka, Conrad, etc., cuyas obras giraban en torno a temas muy de su gusto: la culpa, la mentira y el crimen.



Al comentar en clase el carácter psicológico de la novela El talento de Mr. Ripley, inevitablemente hemos recordado a Dostoievski y el realismo psicológico y sociológico de El jugador. No obstante, aunque existe cierta influencia del ruso en Patricia Highsmith (de hecho también ella vierte datos autobiográficos en sus tramas y explora el lado oscuro de la mente humana), hay diferencias de matiz entre ambos psicologismos. P. Highsmith evita el moralismo y Dostoievski no. Él representa el realismo psicológico de tintes morales y redentoristas y así mientras que el criminal Tom Ripley se muestra frío y calculador, el asesino Rodión Románovich Raskólnikov de Crimen y castigo está comido por las dudas y los remordimientos. Los propios títulos de ambas novelas informan de la diferencia de perspectiva en el retrato psicológico del asesino: El talento de Mr. Ripley resalta la habilidad de Ripley para imitar y zafarse de la Justicia y Crimen y castigo hace hincapié en el castigo, por muy rehabilitador que este sea. 


Ambos criminales se parecen, pero hay diferencia moral entre ellos: Ripley es más cínico. Ninguno es profesional del crimen y ambos se autojustifican, pero Ripley lo hace por motivos de superación personal (quiere prosperar y ser otro) y Raskólnikov lo hace por razones de orden familiar y social (pretende evitar sufrimientos a su madre y hermana y salvar a la sociedad de un piojo nocivo como es la vieja usurera). Ambos criminales matan con premeditación y alevosía, pero al contrario que Tom Ripley, que no flaquea y queda impune, Raskólnikov tiene dudas sobre si será capaz de matar a la vieja prestamista y además, una vez que lo ha hecho se ve superado por las circunstancias:

se recluye en su habitación durante días y no sale a la calle; no come, ni duerme en paz; no gasta siquiera de lo robado, es más, lo entierra o lo da a necesitados; sufre fiebre y alucinaciones; piensa que todo el mundo sabe su secreto y que le investigan; está intranquilo permanentemente, cada vez que habla piensa que se delata a sí mismo y, finalmente, decide entregarse a la Justicia no tanto por arrepentimiento sincero de sus crímenes (no cree tener culpa) cuanto por la seguridad de que debe pagar un castigo que restituya su orden moral y el de la sociedad. Raskólnikov se ha dado cuenta de que el fin no justifica los medios y de que su idea del superhombre que se arroga el derecho de matar a un ser inferior y rastrero no se sostiene al final. Él siente que debe pagar con su sufrimiento. El redentorismo de Dostoievski aparece en el Epílogo, cuando estando preso en Siberia, le vemos seducido por la bondad de Sonia (quien le había acompañado por amor en su destino) y volviendo los ojos a la Biblia. Esta conversión de Raskólnikov ha sido producto del libre albedrío y del testimonio del amor.


A continuación os dejo algunas citas de Crimen y castigo que os ayudarán a comparar esta obra con lo que hemos comentado de El talento... 


Ya desde el comienzo aparecen las dudas y remordimientos: (Parte I, Cap. 1)
No tenía que ir muy lejos; sabía incluso el número exacto de pasos que tenía que dar desde la puerta de su casa; exactamente setecientos treinta. Los había contado un día, cuando la concepción de su proyecto estaba aún reciente. Entonces ni él mismo creía en su realización.
Aquel día se había propuesto hacer un ensayo y su agitación crecía a cada paso que daba. (...) «Si tengo tanto miedo en este ensayo, ¿qué sería si viniese a llevar a cabo de verdad el negocio?»-pensó involuntariamente al llegar al cuarto piso. Llamó a la puerta de la vieja. La campanilla resonó tan débilmente, que se diría que era de hojalata y no de cobre. Así eran las campanillas de los pequeños departamentos en todos los grandes edificios semejantes a aquel. (...) La debilidad de sus nervios era extrema. Transcurrido un instante, la puerta se entreabrió. (...) Y paseó una rápida mirada por toda la habitación para grabar hasta el menor detalle en su memoria. 
Raskolnikov salió al rellano, presa de una turbación creciente. Al bajar la escalera se detuvo varias veces, dominado por repentinas emociones. Al fin, ya en la calle, exclamó: -¡Qué repugnante es todo esto, Dios mío! ¿Cómo es posible que yo...? No, todo ha sido una necedad, un absurdo -afirmó resueltamente-. ¿Cómo ha podido llegar a mi espíritu una cosa tan atroz? No me creía tan miserable. Todo esto es repugnante, innoble, horrible. ¡Y yo he sido capaz de estar todo un mes pensando...! 
Pero ni palabras ni exclamaciones bastaban para expresar su turbación. La sensación de profundo disgusto que le oprimía y le ahogaba cuando se dirigía a casa de la vieja era ahora sencillamente insoportable. No sabía cómo librarse de la angustia que le torturaba. iba por la acera como embriagado: no veía a nadie y tropezaba con todos. No se recobró hasta que estuvo en otra calle.

En la Parte VI y última, Raskólnikov finalmente se entrega:
En el mundo no hay nada tan difícil como la franqueza y nada tan fácil como la adulación. (VI,4)
Quería suicidarme para huir del deshonor; pero en el momento de ir a arrojarme al agua me dije que un hombre fuerte no debe temer a la vergüenza. (VI, 7)
Salvo el lustre del nacimiento, lo demás puede adquirirse con el talento: el saber, la inteligencia, el genio. Un sombrero, por ejemplo... ¿qué es? ¿Qué significa? Un sombrero es un trozo de paño que puede comprarlo en la casa de Zimmermann; pero lo que hay debajo del sombrero...¡eso no se compra! (VI,8)
Acabada de acordarse de estas palabras de Sonia: «Ve a la primera esquina, saluda a la gente, besa la tierra que has mancillado con tu crimen y di en voz alta, para que todo el mundo te oiga: "¡Soy un asesino!"» Ante este recuerdo empezó a temblar de pies a cabeza. Estaba tan aniquilado por las inquietudes de los días últimos y, sobre todo, de las últimas horas, que se abandonó ávidamente a la esperanza de una sensación nueva, fuerte y profunda. La sensación se apoderó de él con tal fuerza, que sacudió su cuerpo, iluminó su corazón como una centella y al punto se convirtió en fuego devorador. Una inmensa ternura se adueñó de él: las lágrimas brotaron de sus ojos. Sin vacilar, se dejó caer de rodillas en el suelo, se inclinó y besó la tierra, el barro, con verdadero placer. Después se levantó y en seguida volvió a arrodillarse. (VI,8)  

En el Epílogo,  un narrador omnisciente nos muestra a Raskólnikov preso en Siberia y nos habla de su redención:
Reflexionaba amargamente sobre esta cuestión y no podía comprender que en el momento en que, inclinado sobre el Neva, pensaba en el suicidio, acaso presentía ya su tremendo error, la falsedad de sus convicciones. No comprendía que este presentimiento podía contener el germen de una nueva concepción de la vida y que le anunciaba su resurrección. 
"Y qué eran  ya todos, todos aquellos tormentos del pasado?Todo, hasta su crimen, hasta su condena y deportación, parecíanle ahora, en esta primera exaltación, un hecho exterior, ajeno, como no relacionado con él. (...) No hacía más que sentir. En vez de la dialéctica surgía la vida, y en su conciencia debía de elaborarse algo totalmente distinto. Debajo de su almohada tenía el Evangelio. Lo cogió maquinalmente. Aquel libro era propiedad de ella (...) Hasta entonces ni siquiera él lo había abierto. No lo abrió ahora tampoco, pero se le ocurrió un pensamiento: «¿Acaso su convicción podría no ser ahora también la mía? Sus sentimientos, sus aspiraciones por lo menos...»"


Por si queréis leer la novela Crimen y castigo completa, podéis pinchar aquí



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